Ante el declinar y los signos dubitativos de algunos jugadores, Juan Martín Del Potro es quien asoma la cabeza por la legión, arroja oxígeno y le da continuidad a la incesante llama del tenis argentino. De manera concluyente a demostrado que apunta alto: no sigue un patrón definido pero tiene un estilo apto para cualquier superficie. Sus golpes son punzantes y tiene un trato directo con la pelota, especialmente del lado del revés. Ingenio, sutileza y atrevimiento estampan una garantía de alto vuelo pese a que hoy apenas cumple 19 años.
La llegada al tenis comenzó casi de casualidad, cuando su tiempo lo ocupaba primordialmente con la nº5. Un día cualquiera en el club Independiente de Tandil, de paso por las canchas de tenis, alguien le ofreció una raqueta, y de ahí directo al frontón a darle y darle. Pero a este hincha fanático de Boca también lo apasionaba el fútbol, por eso que siguió la práctica de ambos deportes entre unos 3 o 4 años hasta que su entrenador, Marcelo Gómez le auguró un gran futuro y a partir de ahí no dudo en sumergirse de lleno en el deporte blanco.
Su primer Nacional en Bragado, Buenos Aires, llegó con solo siete años. A los 12 viajó hasta Sudáfrica para jugar la Niké Junior Cup, donde forjó una amistad con Rafa Nadal que perdura hasta estos días, y a los 14 arrancaba la inserción aventurada en el mundo profesional. Varios partidos que se le escapaban por la inexperiencia marcaron un periodo de aprendizaje para dejar definitivamente su etapa de júnior atrás para empezar a dar que hablar en los Futures. Ya todos hablaban del “pibito flaco y alto que juega un huevo” por eso Gustavo Luza confió en 2004 cuando lo llevó a Minsk para ser sparring (junto a Ignacio González King) de aquel equipo que fue barrido por Bielorrusia sobre hielo. Ese año tuvo un record de 7-8 en Futures, siendo 4to finalista en Campiñas, Brasil, como mejor actuación. Pero no sólo en nuestro país se lo miraba con ojos atentos al tandilense: a comienzos del 2005 Del Potro no se sentía cómodo con su raqueta. Palabras más, palabras menos, el mail enviado a su proveedor (Wilson) decía que necesitaba ajustar el balance, es decir la distribución de los pesos. Los estadounidenses no dudaron aunque el pibe estaba 905º en la clasificación y en un viaje relámpago de 48 horas durante el ATP de Buenos Aires llegaron el ingeniero Ron Rocchi y Michael Wallace, cerebro en la construcción de raquetas y manager del tour de la empresa respectivamente. Los dos observaron a Del Potro pelotear en una de las canchas de cemento del Club de Amigos, sacaron las conclusiones correspondientes, se llevaron una de sus raquetas y enseguida le mandaron varias acondicionadas y adecuadas a su gusto. Ah, antes de embarcarse de vuelta rumbo a Chicago, Wallace dejó una sentencia: "Este chico va a ser un top ten". Este tal Wallace es el mismo que un día, en Basilea, Suiza, descubrió a un tal Roger Federer (¿suena el nombre?), de quien además se hizo íntimo amigo con los años y le hizo firmar un contrato de por vida con la marca de indumentaria y artículos deportivos. Y vaya que no le pifiaron en la apuesta. Su ascenso fue estruendoso y A fines de ese año Juan ya era el tenista más joven (17 años y 1 mes) entre los primeros 200 del ranking hasta trepar al puesto 157. En el bolso ya tenía 3 futures y un sólido record de 23-10 a nivel de Challenger, incluido su primer título en Montevideo. Un año más tarde, mientras arrasaba en los Challengers y ya mechaba torneos ATP, era el más joven de los top 100 con 18 años y 2 meses. El resto es historia reciente: de la mano de Eduardo Infantino el tandilense pasó de promesa a realidad y se consolidó en el circuito ATP.
Este año, además de haber sido semifinalista en el ATP de Adelaida, tuvo importantes victorias sobre Marcos Baghdatis y Mikhail Youzhny, pero la prueba de fuego llegó cuando en febrero formó parte del equipo argentino de Copa Davis en Linz para medirse frente a los austriacos. Por si le faltaba algo obtuvo una sorprendente victoria sobre Jurgen Meltzer por 7-6 3-6 6-4 4-6 y 6-2 para sellar la serie y el pase a cuartos.
Argumentos tenísticos le sobran al joven al joven Del Potro, que con 19 años desmiente con la raqueta el aire atolondrado y poco fiable de su quijotesca figura. Sobre sus espaldas debió cargar desde chico el rótulo de gran promesa, pero en base a un arduo trabajo y dedicación hoy ya es realidad. Ahora va en busca del primer título profesional, ese que nunca se olvida, y promete un trote de amplios horizontes y un largo galope.
La llegada al tenis comenzó casi de casualidad, cuando su tiempo lo ocupaba primordialmente con la nº5. Un día cualquiera en el club Independiente de Tandil, de paso por las canchas de tenis, alguien le ofreció una raqueta, y de ahí directo al frontón a darle y darle. Pero a este hincha fanático de Boca también lo apasionaba el fútbol, por eso que siguió la práctica de ambos deportes entre unos 3 o 4 años hasta que su entrenador, Marcelo Gómez le auguró un gran futuro y a partir de ahí no dudo en sumergirse de lleno en el deporte blanco.
Su primer Nacional en Bragado, Buenos Aires, llegó con solo siete años. A los 12 viajó hasta Sudáfrica para jugar la Niké Junior Cup, donde forjó una amistad con Rafa Nadal que perdura hasta estos días, y a los 14 arrancaba la inserción aventurada en el mundo profesional. Varios partidos que se le escapaban por la inexperiencia marcaron un periodo de aprendizaje para dejar definitivamente su etapa de júnior atrás para empezar a dar que hablar en los Futures. Ya todos hablaban del “pibito flaco y alto que juega un huevo” por eso Gustavo Luza confió en 2004 cuando lo llevó a Minsk para ser sparring (junto a Ignacio González King) de aquel equipo que fue barrido por Bielorrusia sobre hielo. Ese año tuvo un record de 7-8 en Futures, siendo 4to finalista en Campiñas, Brasil, como mejor actuación. Pero no sólo en nuestro país se lo miraba con ojos atentos al tandilense: a comienzos del 2005 Del Potro no se sentía cómodo con su raqueta. Palabras más, palabras menos, el mail enviado a su proveedor (Wilson) decía que necesitaba ajustar el balance, es decir la distribución de los pesos. Los estadounidenses no dudaron aunque el pibe estaba 905º en la clasificación y en un viaje relámpago de 48 horas durante el ATP de Buenos Aires llegaron el ingeniero Ron Rocchi y Michael Wallace, cerebro en la construcción de raquetas y manager del tour de la empresa respectivamente. Los dos observaron a Del Potro pelotear en una de las canchas de cemento del Club de Amigos, sacaron las conclusiones correspondientes, se llevaron una de sus raquetas y enseguida le mandaron varias acondicionadas y adecuadas a su gusto. Ah, antes de embarcarse de vuelta rumbo a Chicago, Wallace dejó una sentencia: "Este chico va a ser un top ten". Este tal Wallace es el mismo que un día, en Basilea, Suiza, descubrió a un tal Roger Federer (¿suena el nombre?), de quien además se hizo íntimo amigo con los años y le hizo firmar un contrato de por vida con la marca de indumentaria y artículos deportivos. Y vaya que no le pifiaron en la apuesta. Su ascenso fue estruendoso y A fines de ese año Juan ya era el tenista más joven (17 años y 1 mes) entre los primeros 200 del ranking hasta trepar al puesto 157. En el bolso ya tenía 3 futures y un sólido record de 23-10 a nivel de Challenger, incluido su primer título en Montevideo. Un año más tarde, mientras arrasaba en los Challengers y ya mechaba torneos ATP, era el más joven de los top 100 con 18 años y 2 meses. El resto es historia reciente: de la mano de Eduardo Infantino el tandilense pasó de promesa a realidad y se consolidó en el circuito ATP.
Este año, además de haber sido semifinalista en el ATP de Adelaida, tuvo importantes victorias sobre Marcos Baghdatis y Mikhail Youzhny, pero la prueba de fuego llegó cuando en febrero formó parte del equipo argentino de Copa Davis en Linz para medirse frente a los austriacos. Por si le faltaba algo obtuvo una sorprendente victoria sobre Jurgen Meltzer por 7-6 3-6 6-4 4-6 y 6-2 para sellar la serie y el pase a cuartos.
Argumentos tenísticos le sobran al joven al joven Del Potro, que con 19 años desmiente con la raqueta el aire atolondrado y poco fiable de su quijotesca figura. Sobre sus espaldas debió cargar desde chico el rótulo de gran promesa, pero en base a un arduo trabajo y dedicación hoy ya es realidad. Ahora va en busca del primer título profesional, ese que nunca se olvida, y promete un trote de amplios horizontes y un largo galope.
1 comentario:
Felicitaciones a Delpo por su cumple y felicitaciones al blog por la nota que está realmente muy buena, muy completa. No tengo dudas que este pìbe es el que nos va a dar las mas grandes alegrías en los próximos 10 años
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