Con toda la timidez y la exhuberancia a flor de piel de un chico de trece años, Juany llega al club para entrenarse. Serán alrededor de una hora y media en las que le pegará a la pelotita amarilla con todas sus ganas y variados efectos desde cualquier ángulo, siempre con una sonrisa de oreja a oreja. La rutina se repite tres veces por semana, y se complementa con el trabajo físico que corresponda según la ocasión.
Muchos pueden pensar que una actividad tan intensa en cuanto a carga horaria, podría generar diversas presiones en un chico de su edad, pero él despoja todas las dudas. Camina la cancha con una altivez natural, la cabeza erguida, la vista inmóvil sobre cada bola, el paso rápido, la nariz afilada, y juega de un modo que lo hace parecer inmune a la gravedad, disfrutando cada segundo que esta dentro de los courts.
Una actitud calmosa carente de expresiones notorias hace que Juany nunca pierda la compostura y exceden un bagaje técnico envidiable. Un revés depurado es lo más vistoso de su amplio repertorio, que seguramente crecerá notablemente con los años. En el tenis hay cualidades de probeta, se nace o no con ellas, y difícilmente puedan enseñarse: aun en competencia, que el tenis sea un divertimento para él es algo que todos quisieran sentir de esa manera, además de entender que, sin dejar de ser ofensivo, para ganar hay que cansarse de pasar, según como lo decía Bjorn Borg hace ya casi 20 años.
El pasado año, el ranking nacional sub 12 vio su nombre en el tope. En noviembre se puso la camiseta argentina para representar al país en el sudamericano de la categoría, disputado en Paraguay. Y vaya de qué manera lo hizo, pues se llevó todos los singles que jugó dejando sólo un set en el camino. Además de hacer las cosas que cualquier chico de 13 años hace, Juany pasa sus días entrenando en el club Italiano de Escobar, de la mano de su papá Oscar. Los próximos años serán los de mayor desarrollo y crecimiento para él. El camino al profesionalismo es trabajoso y se deben respetar etapas, pero el tenis ya es prioridad en su cabeza y la madera está, falta pulirla y sacarle brillo.
Juan Ignacio Galarza es un promisorio proyecto de jugador de competencia, pero primariamente es un orgullo, de causas nobles y virtuosas, para sus padres y para todo aquel que lo haya tratado: un samaritano, un alma humilde y altruista dedicada abnegadamente a refrescar la memoria de los buenos modales y la educación. Sólo el destino sabe cuan lejos llegará en su aventura tenística, pero sin dudas que, con sus valores, la vida verá como se hace camino al andar.
Esta nota es una ilusión, y como tal estará sometida a todos los riesgos. Podrá rayar la exageración y algunos dirán que atenta con el desarrollo del protagonista. Lo cierto es que nuestro tenis, cada vez más anémico, necesita de ilusiones para recuperar la fe, entonces por eso nos introducimos en el mundo del buen tenis, de galera y bastón y un fiel representante que así lo practica. Juan Ignacio Galarza, una promisoria realidad y un sueño de crack.
Muchos pueden pensar que una actividad tan intensa en cuanto a carga horaria, podría generar diversas presiones en un chico de su edad, pero él despoja todas las dudas. Camina la cancha con una altivez natural, la cabeza erguida, la vista inmóvil sobre cada bola, el paso rápido, la nariz afilada, y juega de un modo que lo hace parecer inmune a la gravedad, disfrutando cada segundo que esta dentro de los courts.
Una actitud calmosa carente de expresiones notorias hace que Juany nunca pierda la compostura y exceden un bagaje técnico envidiable. Un revés depurado es lo más vistoso de su amplio repertorio, que seguramente crecerá notablemente con los años. En el tenis hay cualidades de probeta, se nace o no con ellas, y difícilmente puedan enseñarse: aun en competencia, que el tenis sea un divertimento para él es algo que todos quisieran sentir de esa manera, además de entender que, sin dejar de ser ofensivo, para ganar hay que cansarse de pasar, según como lo decía Bjorn Borg hace ya casi 20 años.
El pasado año, el ranking nacional sub 12 vio su nombre en el tope. En noviembre se puso la camiseta argentina para representar al país en el sudamericano de la categoría, disputado en Paraguay. Y vaya de qué manera lo hizo, pues se llevó todos los singles que jugó dejando sólo un set en el camino. Además de hacer las cosas que cualquier chico de 13 años hace, Juany pasa sus días entrenando en el club Italiano de Escobar, de la mano de su papá Oscar. Los próximos años serán los de mayor desarrollo y crecimiento para él. El camino al profesionalismo es trabajoso y se deben respetar etapas, pero el tenis ya es prioridad en su cabeza y la madera está, falta pulirla y sacarle brillo.
Juan Ignacio Galarza es un promisorio proyecto de jugador de competencia, pero primariamente es un orgullo, de causas nobles y virtuosas, para sus padres y para todo aquel que lo haya tratado: un samaritano, un alma humilde y altruista dedicada abnegadamente a refrescar la memoria de los buenos modales y la educación. Sólo el destino sabe cuan lejos llegará en su aventura tenística, pero sin dudas que, con sus valores, la vida verá como se hace camino al andar.
Esta nota es una ilusión, y como tal estará sometida a todos los riesgos. Podrá rayar la exageración y algunos dirán que atenta con el desarrollo del protagonista. Lo cierto es que nuestro tenis, cada vez más anémico, necesita de ilusiones para recuperar la fe, entonces por eso nos introducimos en el mundo del buen tenis, de galera y bastón y un fiel representante que así lo practica. Juan Ignacio Galarza, una promisoria realidad y un sueño de crack.
3 comentarios:
A este pibe Juany Galarza alguna vez lo escuche.. no se quién me lo habrá nombrado (¿fusite vos marcos?)
Muy grosa la nota, como de costumbre
Saludos
Andy
saludos juani soy guido mucha suerte aunque no me conozcas ejeje noss vemoss.. ojala q algun dia pueda pelotear con vos en tenis de marcoo chauu!
Yo lo vi jugar a Juan el año pasado! Una bestia, juega muy bien, devuelve todo y mete unas pelotas barbaras! Le deseo lo mejor.
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